quarta-feira, 7 de abril de 2021

Fontana dei Cavalli Marini, Villa Borghese, Roma, Itália


 

Fontana dei Cavalli Marini, Villa Borghese, Roma, Itália
Roma - Itália
Fotografia - Cartão Postal

Trianon (Trianon-Sous-Bois) - Henri Eugène Le Sidaner





Trianon (Trianon-Sous-Bois) - Henri Eugène Le Sidaner
Coleção privada
OST - 77x80 - 1918


Nota do blog: O termo francês "Trianon" pode ser traduzido como uma pequena e elegante "Villa".

 

Le Moulin de la Galette, Paris, França (Le Moulin de la Galette) - Vincent van Gogh


 

Le Moulin de la Galette, Paris, França (Le Moulin de la Galette) - Vincent van Gogh
Paris - França
Museu Nacional de Belas Artes, Buenos Aires, Argentina
OST - 61x50 - Circa 1886-1887

Fueron condiciones muy particulares, podría decirse de transición, las que llevaron a Vincent van Gogh a pintar este Moulin de la Galette, obra que se inscribe en una importante serie de vistas de París. El artista holandés llegó a la capital francesa en marzo de 1886. Allí se encontró –sin haberle siquiera avisado con anterioridad– con su hermano Theo, que llevaba siete años instalado en la ciudad y dirigía por cuenta de Boussod et Valadon una pequeña galería en el boulevard Montmartre.
Cuando Van Gogh pinta su Moulin, está como deslumbrado por el contexto artístico circundante, de una infrecuente densidad: el manifiesto simbolista de Moréas, la última exposición impresionista (donde se presentó La Grande Jatte de Seurat), la publicación de las Illuminations de Rimbaud y de L’oeuvre de Zola se agolpan en el escenario cultural. Descubre además los encantos de la ciudad, las galerías y las discusiones animadas en los cafés. También las obras del Louvre, museo que visita con frecuencia. Para coronar esas experiencias, suma al frenesí un toque académico incorporándose, para afirmar sus cualidades técnicas, como alumno del taller del muy clásico Cormon. Allí alterna con Toulouse-Lautrec y Anquetin.
Es sabido que Van Gogh llevó adelante su carrera con una determinación tan humilde como profunda, y sin duda esos meses parisinos movilizaron en él un poderoso deseo de crear. La Butte Montmartre formaba parte de su vida diaria, ya que se alojaba en la casa de Theo, que vivía en ese barrio. Los lazos que unían a los dos hermanos eran por cierto muy fuertes, pero en el otoño de 1886 la promiscuidad del nº 54 de la rue Lepic –desde donde el panorama de la ciudad era magnífico– comenzó a volverse pesada. Esto llevó a Vincent a reemplazar la naturaleza muerta, que podía realizar en el departamento, por el paisaje. Lo cual lo impulsó, en un primer momento, a representar los alrededores inmediatos, y por ende Montmartre.
Por “Moulin de la Galette” se entiende el café-concert que se extendía en realidad entre dos molinos de Montmartre: el Blute-Fin y el Radet. En la muy célebre composición de Renoir titulada Le bal du Moulin de la Galette (1876, Musée d’Orsay, París), asistimos a las fiestas y los bailes que acompasaban la vida del lugar. Pero no fue el molino de viento como tal lo que había interesado entonces al pintor impresionista. Van Gogh, en cambio, adoptó una actitud totalmente distinta. Se concentró en este caso en uno de los dos edificios afectados por el café-concert: el Blute-Fin, antigua construcción en madera erigida en 1622 y que servía sobre todo para moler trigo.
El punto de vista adoptado para el molino –la parte posterior del edificio– no tenía nada de original y lo elegían por la misma época montones de pintores (que saturaban el barrio de Montmartre). Se sabe sin embargo que Van Gogh ensayó en torno de su motivo varias otras vistas para circunscribirlo mejor. Es asombrosa aquí la claridad, la frescura, incluso, del cuadro, dominado por pinceladas vivas de azul que van virando al blanco, en tonalidades muy homogéneas. La perspectiva desde abajo adoptada por el pintor genera una línea del horizonte baja que deja estallar ese gran cielo luminoso. Van Gogh, que en abril de 1885 había trabajado con fervor en sus oscuros Mangeurs de pommes de terre, parece de pronto exultar al contacto con el ambiente parisino. Es verdad que ya había comenzado a aclarar su paleta en Anvers bajo la influencia de los cuadros de Rubens, pero Montmartre le inspira sobre todo, en el tratamiento de la atmósfera, una manera mucho más liviana. Se comprende, pues, lo que escribió a uno de sus amigos artistas (H. M. Levens) en 1887: “No hay otra cosa que París, y por difícil que la vida pueda ser aquí, aunque fuera peor y más dura, el aire francés limpia el cerebro y hace bien, muchísimo bien”. La bandera tricolor flameando al viento, representada en unas pocas pinceladas nerviosas, traduce perfectamente, por otro lado, esa plenitud triunfal en las tierras de Francia.
Observemos, asimismo, que Van Gogh eligió una vista que no permite adivinar en nada las diversiones del Moulin de la Galette. Hay en él un interés pintoresco por el lugar, pero también una voluntad de mostrar un espacio de trabajo en el límite entre la ciudad y el campo, en lo que era todavía, en esa época, un barrio periférico de París, poblado de gente modesta. La pareja de personajes abajo a la derecha, además de indicar la escala, está vestida de manera humilde y casi campesina. Van Gogh desliza en su obra una dimensión social que lo conmueve particularmente.
Podríamos afirmar, entonces, que este óleo es un excelente testimonio de la euforia del pintor holandés que recorre París y a la vez un ejemplo típico de tableau-laboratoire. Van Gogh experimenta en él serenamente sus conceptos plásticos, que encontrarían su realización absoluta unos meses más tarde, en el sur de Francia, en Provenza, región que le “limpia[ría] el cerebro” (como escribe él) con la intensidad combinada del genio y la locura.

Impasse des Deux Frères, Paris, França (Impasse des Deux Frères) - Vincent van Gogh

 


Impasse des Deux Frères, Paris, França (Impasse des Deux Frères) - Vincent van Gogh
Paris - França
Van Gogh Museum, Amsterdã, Holanda
OST - 35x65 - 1887

Van Gogh painted this scene of a street in the middle of the lively Montmartre district. The unpaved street has stone gutters, represented by blue stripes. The mill on wheels in the centre was probably a movable billboard. There were several real mills on the hill of Montmartre in Paris, and one is visible in the background (the Moulin à Poivre). In Van Gogh's day, these mills were no longer in operation but served as an entertainment venue and tourist attraction. The entrances were decorated with flags.

Cena de Rua em Montmartre, Paris, França (Scène de Rue à Montmartre, Impasse des Deux Frères et le Moulin à Poivre) - Vincent van Gogh



 

Cena de Rua em Montmartre, Paris, França (Scène de Rue à Montmartre, Impasse des Deux Frères et le Moulin à Poivre) - Vincent van Gogh
Paris - França
Coleção privada
OST - 46x61 - 1887




In March 1886 Vincent van Gogh arrived in Paris and settled in with his brother Theo who was working with the art dealer Goupil soon to become Boussod-Valadon & Cie. Theo lived at 25 rue Laval, later renamed rue Victor Massé, the same street where at number 12 the famous cabaret Le Chat Noir had opened in 1885. In order to encourage his brother's work, Theo left the rue Massé in May 1886 for a larger apartment at 54 rue Lepic. This became Vincent's refuge and the view from the apartment, overlooking Paris from the Butte Montmartre, would inspire many new works. Vincent would stay there until February 1888.
In a letter dated July 10, 1887 addressed to Caroline van Stockum-Haanebeek, Theo speaks of this new apartment in the following terms: "I now live with my brother Vincent, who studies painting with tireless assiduity. As he needs a lot of space for his work, we live in a rather large apartment at 54 rue Lepic [...]. What is remarkable about our apartment is that we have a magnificent view of the city, with the hills of Meudon, Saint-Cloud, etc. in the foreground and, above it, almost as much sky as when we are in the dunes. With the different effects generated by the variations in the sky, it's a subject for I don't know how many paintings.”
The Rue Lepic at the time marked an informal boundary between lower and upper Montmartre, between the recently developed urban areas of the Butte and those that had remained semi-rural. During his stay, Vincent was fascinated by the atmosphere, both pastoral and urban, of Montmartre’s maquis, a term then used to designate the unurbanized flanks of the hill, where vegetable gardens and shanties mixed with abandoned quarries and vacant lots. Unlike his contemporaries, such as Henri de Toulouse-Lautrec or Pierre-Auguste Renoir before him, who depicted the Montmartre of cabarets and popular balls, Van Gogh chose to depict the more bucolic and tranquil features of the area which contrasted with the hectic life of the city streets below.
One subject that particularly provoked the painter's interest at the time was that of the mills of Montmartre whose reference to the Dutch tradition must have pleased him. During his stay on La Butte, Van Gogh devoted nearly twenty works to the three principal mills which existed at the time within the enclosure known as the Moulin de la Galette. These buildings, which belonged to the Debray family, had long since ceased to function and had been transformed into places of leisure, mixing guinguettes, ballrooms, cafés and merry-go-rounds, that were very popular with Parisians. From Camille Corot to Paul Signac, via Renoir and Toulouse-Lautrec, they had been a source of inspiration for artists since the mid-19th century.
In the two years Van Gogh's spends in Paris his representations of the Moulin de la Galette would evolve significantly. In 1886, he first painted the most imposing and famous of mills, known as Blute-Fin, which was equipped with a wooden belvedere that allowed for a breathtaking view of the city below. He also painted the second mill on several occasions, which was at the corner of the rue Girardon, known as Moulin Radet. In all these compositions dating from 1886, the painter still used his so-called “Dutch palette” which consisted mainly of brownish tones and thick impastos.
During the months of February and March 1887, Van Gogh shifts his interest towards the third and smallest of the mills in Montmartre: the Pepper Mill. He represents it in three works painted at the same time: Le Moulin de la Galette (Pittsburgh, Museum of Art, Carnegie Institute), where it is seen from afar below the hill, and two compositions painted from the Impasse des deux frères: Scène de rue, le moulin à poivre (Amsterdam, Van Gogh Museum) and the present painting. In these last two compositions, which present very similar points of view, the painter set up his easel in the Impasse des deux frères (now a private street inside the enclosure of the Moulin de la Galette). The resulting paintings are moving testimonies to a Montmartre that has since vanished: the side entrance of the Moulin de la Galette, surmounted by lanterns, the wooden palisades, a carrousel on the left and the Pepper Mill itself which was built around 1865 and destroyed in 1911 with the piercing of the Avenue Junot.
The works from early 1887 reveal a radical evolution in Van Gogh's art. Scène de rue à Montmartre testifies not only to Van Gogh's fascination for a city in full mutation but also to his contacts with the Parisian artistic avant-garde. Indeed, from the moment he arrived in Paris, Van Gogh multiplied his interactions and visits to art exhibitions. Whether at the Académie Cormon, where he enrolled, or at the shop of the color supplier known as Le Père Tanguy, that was at the foot of Montmartre on the rue Clauzel. Van Gogh met and frequented many artists, including Henri de Toulouse-Lautrec, Emile Bernard, Louis Anquetin and John Russell. Whether at the shop of the Père Tanguy or at the Boussod-Valadon gallery which his brother directed, he quickly familiarized himself with the art of Claude Monet, Paul Gauguin, Camille Pissarro, Pierre-Auguste Renoir and many others. Above all, in January 1887, just a few weeks before he executed this painting, Van Gogh befriended Paul Signac, who introduced him to the scientific theory of colors, the work of Seurat, and took him to paint with him on numerous occasions in Paris and Asnières.
All these encounters and influences led Van Gogh to abandon the dark tones of his early works and embrace a new more vibrant and colorful palette. His touch becomes lighter, his pigments blended to create effects of transparency and light. Kept for nearly a century in the same family, Scène de rue à Montmartre is a pivotal work in the oeuvre of Van Gogh. It is a testimony to his contact with a new city, Paris the capital of the XIXth Century, but also with the art of the Impressionists and the avant-garde which led him to abandon the dark tones of his early works and develop the unique coloristic palette and style that would consecrate him as one of the greatest masters of Modern Art.


Fontana dei Cavalli Marini, Praça dos Mártires, Trípoli, Líbia

 





Fontana dei Cavalli Marini, Praça dos Mártires, Trípoli, Líbia
Trípoli - Líbia
Fotografia - Cartão Postal


Piazza dei Martiri (in arabo: ميدان الشهداء‎, Maydān aš-Šuhadāʾ), chiamata piazza Verde (in arabo: الساحة الخضراء‎, as-Sāḥah al-Ḫaḍrāʾ) durante il regime di Mu'ammar Gheddafi, è una piazza di Tripoli in Libia. Nel periodo coloniale italiano era denominata piazza Italia e dal 1951 al 1969 piazza Indipendenza. La piazza si trova presso il porto ed è collegata al resto della città da Sciara Omar al-Mukhtar (durante il periodo coloniale conosciuta come corso Sicilia). Nella piazza durante il periodo coloniale italiano si trovava la fontana dei Cavalli Marini, il palazzo degli uffici del governo della Libia e il Consiglio delle corporazioni della Libia occidentale. Prima della fine del regime di Gheddafi, c'era inoltre il Museo della Giamahiria. Attualmente vi è il Congresso generale del popolo.
Ha ospitato varie volte manifestazioni propagandistiche del regime di Gheddafi, soprattutto ogni anno in occasione del 2 marzo (Dichiarazione della Giamahiria), del 1º settembre (Giorno della rivoluzione o Al Fateh) e del 24 dicembre (Giorno dell'indipendenza).
Nota do blog: É uma cópia da fonte existente em Villa Borghese, Itália.

Fontana dei Cavalli Marini, Villa Borghese, Roma, Itália


 



Fontana dei Cavalli Marini, Villa Borghese, Roma, Itália
Roma - Itália
N. 447
Fotografia - Cartão Postal



Al centro di una piccola piazza in cui confluiscono quattro viali alberati, la fontana venne realizzata tra il 1790 ed il 1791 per sostituire la precedente fontana del Mascherone o della Vela, distrutta durante i lavori di trasformazione del parco. A volerla fu Marcantonio IV Borghese, il più munifico mecenate della Roma del Settecento, che si era impegnato a rendere la villa voluta dal cardinale Scipione Caffarelli Borghese un grande giardino alla moda.
All’opera parteciparono più artisti. La progettazione si deve a Cristoforo Unterperger, un pittore di origine tirolese tenuto in grande considerazione anche dal Papa Pio VI Braschi e impegnato a lavorare sia per il Vaticano sia per l’aristocrazia romana. A curarne la realizzazione fu invece Vincenzo Pacetti, restauratore e scultore di fiducia di Marcantonio. Si racconta che l’ispirazione del tema dei cavalli marini provenisse da un cammeo antico che lo scultore avrebbe ricevuto in dono dal principe. Alla sculture dei cavalli lavorarono anche Luigi Salimei e Antonio Isopi, mentre la vasca venne realizzata da Giovanni Antonio Bertè.
All’interno di una vasca circolare scavata nel terreno, affiorano dall’acqua quattro cavalli marini, con le zampe sollevate e i corpi a forma di pesce. I cavalli sorreggono con le teste e con le code una seconda vasca, più piccola, sormontata da un doppio calice finemente decorato con foglie d’acanto. Altri getti d’acqua zampillano tra le zampe dei cavalli e tra le loro code.



Fontana dei Cavalli Marini, Villa Borghese, Roma, Itália


Fontana dei Cavalli Marini, Villa Borghese, Roma, Itália
Roma - Itália
Fotografia


Progettata dal pittore Cristoforo Unterperger e realizzata dallo scultore Vincenzo Pacetti, la fontana fu collocata alla fine del Settecento al posto della fontana del Mascherone o della Vela, distrutta insieme ai muri interni che delimitavano i tre recinti in cui era diviso il parco. Sembra che Pacetti avesse ricevuto in dono dal Principe Borghese un cammeo antico da copiare, o, al massimo, da tenere presente nell'ideazione della fontana. L'esecuzione delle singole parti fu suddivisa tra vari artisti in particolare, i cavalli sono di Luigi Salimei, tranne che nelle code e nelle ali, scolpite da Antonio Isopi che realizzò anche il sostegno centrale. La vasca è di Giovanni Antonio Berté.

Fontana dei Cavalli Marini, Villa Borghese, Circa 1890, Roma, Itália

 


Fontana dei Cavalli Marini, Villa Borghese, Circa 1890, Roma, Itália
Roma - Itália
Fotografia

terça-feira, 6 de abril de 2021

Rua da Mooca, 1918, São Paulo, Brasil


 

Rua da Mooca, 1918, São Paulo, Brasil
São Paulo - SP
Fotografia

Texto 1:
Vemos o início da rua da Mooca na direção da Frederico Alvarenga, antiga rua do Hospício. 
Mais à frente, a Ponte da Mooca sobre o rio Tamanduateí. Atente ao Quartel da Guarda Cívica à direita. Ao fundo, a torre da Igreja do Colégio e mais à esquerda, a Igreja da Boa Morte na rua do Carmo. 
Os pontos citados estão indicados com o asterisco.
Texto 2:
A italianíssima Mooca é um dos mais antigos bairros paulistanos. Seus primeiros registros datam de 17 de agosto de 1556, quando foi ocupada por um grupo de jesuítas, ainda com o nome de povoado de Arraial do Nicolau. Os primeiros habitantes foram os indígenas. Tempos depois suas terras foram habitadas pelos portugueses, que as transformaram em áreas de chácaras e produção rural.
Uma curiosidade: “lugar de fazer casa” é a tradução para o português da palavra índigena “moo-oca”. Ou seja, a Mooca tem esse nome porque os índios Guarani, que viviam na região no século 16, se surpreenderam com a velocidade com que os portugueses eram capazes de erguer construções. À época, a técnica mais usada era a taipa de pilão. E foram séculos de predominância desse material até a substituição pelos tijolos.
Mas foi no início do século 19 que começaria a obra que alteraria definitivamente a fisionomia da região. A primeira ferrovia paulista começou a ser construída em 1862. Três anos depois, houve a viagem inaugural, entre a Estação Luz e a Estação Mooca, ainda que esta última só tenha sido oficialmente inaugurada em 1898. A chegada dos trilhos ao bairro foi o marco simbólico do avanço industrial que culminaria na arquitetura típica e no intenso fluxo de imigração de europeus, sobretudo italianos.
Para abastecer a máquina industrial da virada dos anos 1800 para 1900, São Paulo recebeu centenas de milhares de trabalhadores europeus, a maior parte deles italianos. E onde mais havia fábricas, era maior a necessidade de estrutura urbana para receber o crescente contingente populacional. Assim, proliferaram as vilinhas operárias, que rapidamente se tornaram redutos imigrantes. Um caldeirão cultural e social prestes a explodir.
Palco de revoluções:
A crescente insatisfação da massa operária com os baixos salários e as longas jornadas de trabalho culminou na primeira greve geral de trabalhadores de São Paulo, iniciada no Cotonifício Crespi, em 1917. Um movimento não só liderado por imigrantes, mas também por mulheres, vítimas da hiperexploração do trabalho.
Poucos anos depois, em 1924, uma nova revolta tem na Mooca um de seus principais campos de guerra. Liderada por tenentes rebeldes contra o Governo Federal do então presidente Artur Bernardes, a Revolta Paulista de 1924 teve amplo apoio dos operários do cinturão industrial da região central da cidade.
A reação do exército legalista foi forte – e violenta. Criou-se um cenário de terror que, até hoje, é considerado a maior batalha urbana na América Latina. Foram usados tanques de guerra, houve bombardeios de canhões e ataques até com metralhadoras. Bairros como Brás, Cambuci e Mooca foram os mais afetados: prédios e ferrovias foram destruídos e quase mil pessoas, mortas.
Pós-indústria e renascimento:
A partir da década de 50, um novo boom econômico começou a deslocar as grandes indústrias para a região do ABC paulista. A expansão da cidade ruma no sentido sudoeste. Na Mooca e nos bairros operários ficaram as pequenas fábricas e todo o centro paulistano entra em um processo de desvalorização. Com o tempo, contudo, o esgotamento dos metros quadrados no eixo entre as avenidas Paulista e Berrini faz moradores e mercado imobiliário voltarem seus olhares aos anéis centrais da metrópole.
E a Mooca, um bairro bem localizado, com excelente infraestrutura urbana, extensa malha de transporte público (inclusive com estação de metrô) e altos índices de segurança, renasceu aos olhos dos paulistanos.
Um símbolo dessa renovação é a rua Javari, nome popular do Estádio Conde Rodolfo Crespi. Trata-se da casa do Juventus, clube adotado pela juventude mooquense – e de toda cidade. Nos domingos de manhã dos dias de jogo, se vê uma legião de carros adesivados com o emblema do clube e centenas de pessoas peregrinando até a rua Javari, com as tradicionais camisetas nas cores grená e branca, que identificam e propagandeiam a Mooca. O clube se tornou um dos ícones da identidade do bairro. Mas não o único.
Mobilidade:
A Mooca é um dos bairros com melhor oferta de transporte público de São Paulo. É dos poucos que conta com os trens da CPTM, na estação Juventus-Mooca da linha 10-Turquesa, e do Metrô, na parada Bresser/Mooca da 3-Vermelha. Há também inúmeras linhas de ônibus que ligam o distrito ao Centro e a inúmeros destinos da zona leste paulistana.
Educação:
Nos últimos anos, o bairro vem se tornando um pólo de ensino superior. Diversas universidades e faculdades se instalaram na região. A primeira delas foi a tradicional Universidade São Judas Tadeu, instituição nascida na Mooca nos anos 70. Na sequência vieram Anhembi Morumbi, Faculdades Integradas Paulista (instituição do grupo Uniesp), FAM e Universidade do Brasil.
No ensino fundamental e médio, o distrito é atendido tanto pela rede pública, quanto pela rede particular. Em relação ao ensino público, o bairro conta com escolas tradicionais, como as estaduais MMDC, Oswaldo Cruz e Pandiá Calógeras, além de instituições de educação infantil municipais. Abriga também uma das escolas técnicas mais tradicionais da cidade, a ETEC Camargo Aranha, que oferece doze cursos de ensino técnico, sendo três deles integrados ao ensino médio. O Camargo Aranha faz parte da rede do Centro Paula Souza.
Para os pais que desejam colocar seus filhos em escolas privadas, os colégios São Judas Tadeu, o Externato São Rafael, Colégio Passo Seguro e Colégio Santa Catarina são as opções.
Saúde:
A região tem uma boa oferta de hospitais, maternidades, clínicas e laboratórios privados, como o Hospital e Maternidade São Cristóvão, Hospital Villa-Lobos, CEMA (especializado em oftalmologia e otorrinolaringologia), Hospital Sauvalus e Hospital Sancta Maggiore, da Rede Prevent Senior, com duas unidades no bairro para atendimento do público 60+.
O bairro conta também com um complexo hospitalar público, o Hospital Municipal Dr. Ignácio Proença de Gouveia, que atende especialidades gerais, pediátrica, obstétrica, ortopédica, ginecológica e de UTI (Unidade de Terapia Intensiva). O pronto socorro do complexo só atende emergências. Pacientes com casos de menor gravidade são encaminhados à UPA da Mooca. Inaugurada em 2021, a Unidade de Pronto Atendimento Dom Paulo Evaristo Arns, homenagem ao ex-cardeal de São Paulo que se tornou um ícone da luta pelos Direitos Humanos, é uma das maiores da cidade. Tem capacidade para mais de 11 mil atendimentos por mês em suas 84 salas. O equipamento conta com consultório odontológico e serviço de ortopedia.
Além da nova UPA, o Mooca tem outros equipamentos públicos, como o Hospital Dia da Rede Hora Certa, a Unidade Básica de Saúde (UBS) Mooca I, um Centro de Apoio Psicossocial Infantil (CAPS) e o Ambulatório de Especialidades Ítalo Domingos Le Vocci.
Lazer:
Para quem busca atividades ao ar livre, o Parque Sabesp Mooca oferece uma área verde de mais de 20 mil m², com 200 árvores, gramado, equipamentos de ginástica e playground. O espaço abriga um grande reservatório de água da companhia e foi adaptado para que a população tivesse uma nova área de lazer na região.
Outro local muito frequentado pelos moradores do distrito é o Centro Esportivo da Mooca. O local dispõe de quadras poliesportivas, inclusive de tênis, ginásios, salas de musculação, piscinas e campos para a prática dos mais diversos esportes. Tem até pista de skate para galera radical realizar seus 360 e aerials. A lista de atividades é variada: alongamento, alongamento, pilates, yoga, capoeira, corrida “Corra com a Guarda”, dança circular, judô, musculação, tai chi chuan, tênis de quadra. Para atletas com deficiência, há judô paralímpico e vôlei sentado.
Para as compras, há duas boas alternativas na região: as lojas da avenida Paes de Barros e o Mooca Plaza Shopping. Inaugurado em 2011, o complexo comercial da rede Allos foi construído na área onde por décadas funcionou a fábrica da Ford. O empreendimento possui mais de 241 lojas, em um terreno com mais de 112 mil m². O estacionamento conta com 2.429 vagas. Além de compras, o Mooca Plaza Shopping tem seis salas de cinema, uma delas XD (Extreme Digital), da Rede Cinemark, nove restaurantes e 25 pontos na Praça de Alimentação.
Gastronomia:
Uma pizzaria da Mooca está entre as 100 melhores do mundo. Nascida no bairro, A Pizza da Mooca ficou na 85ª colocação no ranking elaborado pelo renomado guia italiano 50 Top Pizza. Entre as brasileiras, a casa comandada por Fellipe Zanuto só ficou atrás da também paulistana QT Pizza Bar, instalada em Cerqueira César, que ficou na 51º posição.
Na Mooca estão algumas das melhores cantinas e trattorias da cidade que hospeda uma das maiores colônias oriunda da Velha Bota no mundo. Instalado num casarão da década de 1950, o restaurante Don Carlini é um dos seus melhores exemplares. O espaguete com camarões e o vitelo à romana, assado em baixa temperatura e guarnecido de talharim ao molho de manteiga, são os pratos mais pedidos do lugar.
Mas o lugar mais tradicional em redondas é a pizzaria São Pedro. A casa favorita das famílias do bairro atrai gente de todas as regiões de São Paulo com suas saborosas pizzas. São mais de 60 sabores no cardápio.
Outro clássico mooquense é a Esfiharia Juventus. A casa de culinária árabe continua distribuindo esfihas para os jogadores que fazem gols em partidas do Juventus. E quem vai assisti-las na Rua Javari não pode deixar de provar o famoso cannoli do Antônio Pereira Garcia, o “seu Antônio”, que há mais de 50 anos vende os canudinhos sequinhos com recheio de creme nos jogos do Moleque Travesso, apelido do simpático clube grená.
Por falar em doces, o bairro ainda se orgulha de ter uma das melhores docerias da cidade, Trata-se da centenária Di Cunto. Fundada pelo imigrante napolitano Donato Di Cunto, a Indústria Alimentar Artigianale, ou Indústria de Alimentar Artesanal, produz uma infinidade de delícias doces e salgadas de dar água na boca. E pensar que tudo começou por um engano. Quando veio da Itália, a intenção de Donato era ir para Montevidéu, no Uruguai, onde encontraria familiares de sua mãe. Para nossa sorte errou o destino e acabou descendo no Porto de Santos. O resto é, doce, história.
Cultura:
No prédio da antiga Hospedaria de Imigrantes está instalado o Museu da Imigração. No local, que recebeu cerca de 2,5 milhões de estrangeiros entre 1887 e 1978, estão expostas relíquias do passado cafeeiro e industrial paulista, além de um rico acervo digital com jornais, cartografias e registros das chegadas das pessoas que vieram em busca de uma vida melhor no Brasil. O espaço ainda proporciona um passeio em uma restaurada locomotiva Maria-Fumaça, principal meio de transporte nos tempos do café.
Sede do Clube do Choro de São Paulo, o Teatro Municipal Arthur Azevedo, na avenida Paes de Barros, passou por uma reforma e foi reaberto em 2015. Sua programação semanal traz shows musicais e espetáculos teatrais.
Outra opção de lazer é a Biblioteca Affonso Taunay. Fundada em 1954, conta com um acervo riquíssimo, formado por mais de 20 mil exemplares. Destaque para a seção “Memória do Bairro da Mooca”, onde é possível viajar no tempo no acervo que preserva pôsteres, documentos originais do século XIX, fotos, ferramentas de trabalho, máquinas, moedas e instrumentos musicais que remetem à história do distrito.
Segurança:
A Mooca está entre os bairros paulistanos com Índice de Desenvolvimento Humano (IDH) muito elevado: registra pontuação 0,909, similar a de países como Espanha, França e Coreia do Sul. A boa qualidade de vida tem muitas explicações. Uma delas é a segurança.
Um levantamento realizado pelo Instituto Sou da Paz classifica o bairro como um dos dez mais seguros de São Paulo. Segundo dados da Secretaria de Segurança Pública, apenas um homicídio doloso foi registrado nas duas delegacias do bairro do início de 2022 até julho deste ano, o que faz da Mooca uma ilha de tranquilidade e paz no caos paulistano.
Localização
Próxima do Centro, a Mooca faz divisa com os vizinhos Brás, Belém, Água Rasa e Vila Prudente. Para quem trafega pelo corredor da Alcântara Machado, a Radial Leste, pode ser considerada a porta de entrada da zona leste. Está localizada a 4,6 quilômetros da Praça da Sé, a 9,3 quilômetros do Terminal Rodoviário do Tietê, a 13 quilômetros do Aeroporto de Congonhas e a 25,3 quilômetros do Aeroporto de Cumbica. Suas principais vias de acesso e circulação são as avenidas Alcântara Machado (Radial Leste), Celso Garcia, Paes de Barros e a rua da Mooca, belô! Texto do Estadão Imóveis.
Nota do blog: Data e autoria da imagem não obtida.